Etimológicamente la palabra educación, puede tener un doble origen. Sí se considera que proviene del verbo educere, tiene la significación de “ir hacia fuera, de salir, de llevar”, así también, los latinos dieron a la palabra “educatio” el sentido figurado de actus educandi (acto de educar) o institutio et disciplina puerilis (instituto y disciplina pueril) o también la derivación del vocablo latino educere, que tendría el significado de conducir o guiar hacia fuera.
La relación entre la educación y la pedagogía, entre el educando y el educador, entre el que voluntariamente acepta ser conducido y el que por vocación acepta la responsabilidad de conducir, conociendo ciertas reglas y aplicándolas en el desarrollo del ser humano, pues, pedagogía, podemos definirla como “el arte de educar o conducir.”
De esta manera, la educación y la pedagogía surgen de manera natural como actividades propias y exclusivas del ser humano.
De las instituciones, que de alguna manera intervienen en el proceso educativo y que se pueden señalar como una responsabilidad compartida se encuentra la familia y el Estado.
La primera, cumpliendo su función de entregar ciudadanos útiles a la sociedad y la segunda, de procurar el bienestar de todos los habitantes de la nación.
Si hablamos de la educación y su significado valorativo en la esencia del hombre, es necesario recurrir a Aristóteles para que nos enseñe el fundamento de la finalidad de la educación, pues como señala: en el plano individual, el fin de la educación es la felicidad del educando y en el plano social, la formación de buenos ciudadanos.
En México se menciona que los grandes problemas que aquejan al país son la corrupción, la delincuencia, la economía, la política, etc. ¿Será cierto que estos son los graves problemas que afectan a la nación y que le impiden el desarrollo? La respuesta es un rotundo NO, porque estos problemas son efectos, y todo efecto tiene una causa. ¿Cuál o cuáles son, entonces, las causas de estos grandes problemas? Llanamente es por la finalidad que se le ha dado a la educación, no por la falta de educación, pues las instituciones que son el eje principal de cualquier sociedad, familia y Estado aún persisten y siguen educando, pero sin una orientación adecuada. Además, el estado, desde hace mucho tiempo abandonó su función de fortalecer a la familia, eso la ha debilitado y la ha vuelto vulnerable.
Si bien es cierto que los hijos son de la patria, no lo es menos que la patria se compone de familias (no solo de individuos) y que, cuando se las debilita o se las destruye tenemos como resultado los grandes problemas sociales que hoy vivimos, lo que representa un funesto golpe a la patria.
El Estado, organismo de suyo jurídico, no puede, ni debe suplir las aptitudes naturales de la familia en el terreno de la educación. ¿Qué queremos con la educación, quitarle al hombre su esencia y despojarlo del vínculo natural que lo liga con la familia y con el estado? Si hacemos eso la existencia del hombre simple y sencillamente se convertirá en un caos.
No debemos olvidar que el hombre es un ser perfectible, pero tampoco debemos olvidar que el hombre se perfecciona con el proceso educativo, lo cual constituye el fin de la educación; como lo explica Fermoso, “sí ser hombre perfecto supone ganar dinero, la educación prepararía productores y economistas; sí se afirma que es captar la belleza se harían estetas; sí se dice que es hacer hombres virtuosos, se formarían seres morales; sí se opina que es dominar la naturaleza por la técnica tendríamos técnicos y tecnócratas” (Fermoso, 1997, pág. 210). Sin embargo, considero que para esto, no existe el hombre, porque el hombre trasciende a su existencia, pero que con la esencia asociada a su existencia, alcanzará el Bien Absoluto; esto último está fundamentado en la antropología filosófica.
Fuente: Rubén Borunda Escobedo
19 de febrero de 2013
Adaptado por: Lic. Ana María Mena Torres
Coordinadora de Atención Social
Dirección de Desarrollo del Potencial Humano
No hay comentarios.:
Publicar un comentario